Terminamos y él enciende la TV: Vélez-Estudiantes. Roberto es de River pero, según me da a entender, el resultado de este partido tendrá importantísima trascendencia sobre aquél equipo. Yo estoy desnuda. Le hablo sobre la desnudez del alma, pregunto si alguna vez amó a alguien. Recién me doy cuenta de que no me ha estado escuchando cuando levanta el tubo del teléfono y ordena la comida. Vuelve y pregunta:—¿Qué decías, muñeca…?No respondo y pienso: "Nada, gusano", respondo. Estoy transpirando. Se me durmió un pie.—¡Eh, looocaaa! ¿Qué te pasa…?Salgo de la cama. En el hotel parece haber funcionado años atrás una fábrica de neumáticos, o de aceite. A modo de jacuzzi hay una cuba gris donde cabrían cómodamente cinco personas. Desde la TV oigo a un tipo diciendo: "Y se queja de que le pegan…, y bueno, ¡para eso que no juegue al fútbol! ¡El fútbol es cosa de hombres…!"Por Dios, este tipo. “El fútbol es de pelotudos”, digo por lo bajo. Abro la canilla. No hay división entre el baño y la habitación, por lo que la pantalla de TV se llena de vapor en pocos minutos.—¡Neeenaa! ¡Vení para acá! —grita Roberto. Mirá cómo se puso este aparato…Como no le contesto, se levanta e intenta desempañar el cristal con una media. Descubro pequeños raspones en mis rodillas. Debería consultar por mi lunar, creo que está más oscuro. Con el agua tapándome hasta el cuello, Vélez convierte el primer gol. Tapo mi nariz y me sumerjo. El agua me hace arder los ojos, veo todo de color rojizo, parecido a la sangre. Cuando salgo a la superficie, Roberto está atendiendo a la mujer que trae el pedido. Le hace un chiste, la mujer se ríe y se va, dejándole las bandejas con comida.—Vení a comer, muñeca…El pelo mojado me da frío. Sentándome en el piso, abro mi bandeja: una milanesa arrugada y gris con varias cucharadas de puré. Como el puré. Al rato, me aburro y comienzo a untarlo sobre rebanadas de pan negro. Lo miro mientras él no se da cuenta. Está como hipnotizado. Debe creer que está en la cancha.Intento traerlo de vuelta. Le hago cosquillas, le tapo los ojos. Él se ríe y me aparta suavemente. Me doy por vencida. Tomo 7-Up en una copa plástica. Alguien grita en la habitación de al lado. Se oyen gemidos más suaves y risas.—¿Así que el fútbol es de pelotudos, eh? —me pregunta imprevistamente. Con una mano empieza a tocarme. —¿Y vos de qué cuadro sos?Pienso en responderle que de ninguno, que no me gustan los deportes, pero sé que no me entendería. En realidad, responderle no me importa en absoluto. Ni siquiera parece notarlo; no me escucha cuando le pido que me deje algo de frazada para cubrirme.Empate. Roberto se acomoda para ver mejor. Se le dilatan las pupilas, sube el volumen. Los gemidos de la otra habitación se mezclan con el gol de Estudiantes. Cansada y con los músculos doloridos, cambio de posición. Con el tenedor en la mano, él me mira. Busco la ropa en el suelo, a mi lado.Toma el control remoto y apaga la TV.Cuando me incorporo, el plástico negro que cubre la cama queda adherido a mi espalda.
Griselda Garcia
http://criaciervos.blogspot.com/
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