martes, junio 30, 2009

John Berger - Cine y la pintura


Según Berger hay una evidente diferencia entre el cine y la pintura. La imagen del cine es móvil mientras que la imagen pintada es estática.


“La imagen pintada transforma lo ausente –porque sucedió lejos o hace mucho tiempo- en presente. La imagen pintada trae aquello que describe el aquí y ahora. Colecciona el mundo y lo trae a casa.” Por ejemplo, “Turner cruza los Alpes y trae consigo una imagen de la imponencia de la naturaleza”. La pintura colecciona el mundo y lo trae a casa y sólo puede hacerlo porque sus imágenes son estáticas e inmutables.


En el cine, en cambio, las imágenes están en movimiento. El cine “nos transporta desde el lugar en que estamos hasta la escena de la acción.(...) La pintura nos trae a casa. El cine nos lleva a otra parte”.


Y si comparamos el cine con el teatro, aunque ambas son artes dramáticas, “el teatro instala a los actores frente a un público ante el que cada noche durante toda la temporada vuelven a representar el mismo drama. En la naturaleza profunda del teatro hay algo de retorno ritual”.


Según Berger, no hay film que no participe de la condición onírica. “Y los grandes films son sueños que producen una revelación”. En ese sentido el contraste con la televisión es revelador. “La televisión apunta a un público que está en casa. Todos sus series y sus teleteatros se basan en la idea de un hogar desde el hogar. En el cine, en cambio, somos viajeros. Los protagonistas nos resultan extraños.” Berger subraya que esto cuesta creerlo ya que en general vemos a los personajes de cine en momentos muy íntimos, pero sin embargo, “no conocemos a ninguno de los personajes de un film, tal como conocemos a, digamos, Julien Sorel o Macbeth, Natasha Rostova o Tristam Shandy. Es imposible conocerlos porque el método narrativo del cine sólo permite que nos encontremos con ellos, sin convivir con ellos. El encuentro se produce en un cielo en el que nadie puede permanecer”.


“Cuando leemos una novela, a menudo nos identificamos con un determinado personaje. En poesía nos identificamos con el lenguaje mismo. El cine produce otros efectos. Su alquimia es tal que son los personajes los que se acercan hasta identificarse con nosotros. Sólo el cine puede obrar de esa manera”. Berger cita el ejemplo de Umberto D, de Vittorio De Sica: “Umberto D llega a morar en nosotros porque el film nos trae a la mente toda la realidad que potencialmente compartimos con él, y porque descarta la realidad que lo separa de nosotros y que lo ha hecho un hombre distinto y solo. El film muestra lo que le sucedió a ese viejo en la vida y, al mostrarlo, se opone a ello. Por eso un film -cuando alcanza la estatura de arte- se convierte en una plegaria humana. Una súplica y a la vez un intento de redención”.


Citas extraídas del libro “Cada vez que decimos adiós”, de John Berger. pp. 24-34.